martes, 12 de enero de 2010

Ebnu





Ebnu, el nombre con el que firmo y con el que me llaman mis amigos, surgió una mañana de invierno de 1976, en la escuela de uno de los primeros campamentos de refugiados saharauis en territorio argelino.
Baba, uno de los maestros del exilio, tenía la tienda-aula llena de niños, e intentaba en medio del alboroto recoger sus nombres para la lista de clase. Cuando me señaló a mí y le dije mi nombre, se quedó mirándome durante unos segundos.
- Eres “Ibnu chahid” dijo mientras ordenaba a los demás niños que hicieran silencio.
Yo que por aquellos días oía mucho la palabra “chahid” asentí, moviendo la cabeza.
- Su padre perdió la vida en un bombardeo de la aviación marroquí. Es hijo de un mártir de la revolución- sentenció el maestro, mientras los niños me buscaban con sus miradas.
Desde ese día el maestro y todos los niños de la escuela empezaron a llamarme por el sobrenombre de “Ibnu chahid”, el hijo del mártir.
Yo comencé a responder al nuevo nombre sin saber que con los años iba a formar parte inseparable de mi vida.
Al principio no me sentía cómodo con el nombre. Me parecía que me estaba apropiando de un nombre que no era sólo mío. Había muchos niños y niñas que habían perdido a sus padres en la guerra y nadie les llamaba por ese nombre, por qué iba a ser yo diferente.
Sin embargo, a medida que iba pasando el tiempo, mi verdadero nombre fue perdiendo la batalla , sólo servía para identificarme en las listas de la escuela, y muchas veces ni siquiera eso, porque en la mayoría de los casos era sólo un número. Salvo mi familia, que nunca dejó de llamarme con mi verdadero nombre, el uso de mi nombre de pila iba a ser relegado exclusivamente a documentos oficiales, o a las innumerables listas donde nos inscribimos, muchas veces sin saber por qué.
Con los años y cuando ya lo tenía asimilado, mis amigos más cercanos comenzaron a llamarme simplemente Ibnu o Abnu, economizando de esta manera el nombre. El primer poema que escribí lo firmé con Ebnu, que era según me parecía, la mejor manera de que su pronunciación en castellano se pareciese a la del Hasanía.
Ibnu era muy árabe y muy clásico y Abnu en español era raro por la sonoridad de la A con relación a las demás letras y se alejaba de la pronunciación en Hasanía.
Así que soy hijo, soy ebnu de una estirpe condenada al martirio, somos cientos de hijas e hijos de mártires, somos miles de hermanos y hermanas de mártires, somos padres, somos madres de cientos de mártires. Los saharauis somos hijos de unas circunstancias incomprensiblemente adversas. Aunque nuestra causa es justa, y objetivamente clara, nuestro destino parece ser el abandono, el olvido.
Nuestra es la tierra, nuestro es el mar, el Sáhara jamás tuvo más corona que un turbante o un trozo de melhfa y la inmensidad de un cielo azul y por su libertad estamos decididos a morir.

¡TODA LA PATRIA O EL MARTIRIO!

2 comentarios:

  1. Bravo Ebnu, te seguiré como siempre, disfrutando con tu maravillosa literatura. ¿Esa belleza es Suadu?

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  2. Y nosotros detrás, esperando tus versos. Luisa.

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