miércoles, 20 de enero de 2010

La bandera


La ceremonia de izar y arrear la bandera fue una de las primeras cosas que llamaron mi atención en aquella primera, rudimentaria e improvisada escuela del exilio.
Aún recuerdo a Muti*, Mahamud Ali Almaati, y a Smareño, cuyo nombre no recuerdo haber conocido, con aire marcial a pesar del frío de aquel invierno de 1976, desfilar uno tras otro hasta el centro de la escuela, que conformaban unas destartaladas tiendas de campaña.
Las cuatro o cinco tiendas, en forma de conos, formaban un semicírculo, dentro del cual nos hacían formar y firmes saludar la ceremonia de la bandera, tanto por la mañana como por la tarde.
Por las mañanas el maestro llamaba con voz castrense a los de la bandera y ellos salían como si brotaran de la nada. El primero sosteniendo la bandera como si llevara algo frágil y se preocupaba por no tropezar y el segundo le seguía como su sombra.
Al llegar junto al mástil de la bandera se detenían y el segundo, que tenía las manos libres, descubría la cabeza y hacia lo mismo con la del compañero, retirando con sumo cuidado los gorros de peluche, luego desataba la cuerda del mástil y junto a su compañero la ataban y la preparaban para ser izada. Entonces se ponían en posición de firmes y el maestro ordenaba el izado de la bandera al mismo tiempo que los demás entonábamos las notas del himno “ANA RAFIK*”
La bandera tenia que subir al ritmo del himno y alcanzar la cima justo cuando éste terminara. Se ponían los gorros, retrocedían un par de pasos, daban media vuelta y se retiraban para unirse al grupo que les esperaba en posición de firmes, hasta que ocupaban sus puestos: los dos primeros de la fila.
Yo soñaba con ser uno de los de la bandera.
Una mañana Smareño, no apareció y el maestro de turno buscó con la mirada un sustituto y lo encontró. De pronto estaba imitando los pasos de Muti, y le seguía, aunque yo siempre me imaginé delante llevando en brazos la bandera.
A la hora de la verdad me traicionaron los nervios y hacía tanto frío que se me habían entumecido hasta las ideas. Alteré el orden de los pasos y se me cayeron los gorros al suelo, al ayudar a mi compañero a sujetar la bandera se me escapó de las manos y llegó a rozar el suelo, “menos mal que era la parte negra” pensé buscando un consuelo. Como la franja negra representaba el colonialismo, no creo que le importaría mucho al maestro que haya tocado el suelo, continué intentando dominar los nervios. Muti, no sabía si reír o llorar y me dirigió unas miradas de “ya verás tú lo que te espera”
Por la tarde estaba al principio de la fila detrás de Muti, listo para la segunda parte, la conclusión de la jornada: arrear la bandera.
Siguiendo las órdenes del maestro, que no pareció importarle lo que pasó por la mañana, cumplí con mi compañero la misión de arrear, doblar y poner sobre sus brazos extendidos, la bandera con el color verde por encima. Le coloqué su gorro, me ajusté el mío y nos retiramos como si lo hubiéramos hecho un millón de veces antes.
Desde entonces, estuve subiendo y bajando la bandera unos cuantos años, tanto en las escuelas de los campamentos como en los internados por los que pasé, hasta que me fui a Cuba.


*Muti, un amigo que perdió la vida defendiendo la libertad del Sáhara.
*ANA RAFIK, himno del F. POLISARIO.

martes, 12 de enero de 2010

Ebnu





Ebnu, el nombre con el que firmo y con el que me llaman mis amigos, surgió una mañana de invierno de 1976, en la escuela de uno de los primeros campamentos de refugiados saharauis en territorio argelino.
Baba, uno de los maestros del exilio, tenía la tienda-aula llena de niños, e intentaba en medio del alboroto recoger sus nombres para la lista de clase. Cuando me señaló a mí y le dije mi nombre, se quedó mirándome durante unos segundos.
- Eres “Ibnu chahid” dijo mientras ordenaba a los demás niños que hicieran silencio.
Yo que por aquellos días oía mucho la palabra “chahid” asentí, moviendo la cabeza.
- Su padre perdió la vida en un bombardeo de la aviación marroquí. Es hijo de un mártir de la revolución- sentenció el maestro, mientras los niños me buscaban con sus miradas.
Desde ese día el maestro y todos los niños de la escuela empezaron a llamarme por el sobrenombre de “Ibnu chahid”, el hijo del mártir.
Yo comencé a responder al nuevo nombre sin saber que con los años iba a formar parte inseparable de mi vida.
Al principio no me sentía cómodo con el nombre. Me parecía que me estaba apropiando de un nombre que no era sólo mío. Había muchos niños y niñas que habían perdido a sus padres en la guerra y nadie les llamaba por ese nombre, por qué iba a ser yo diferente.
Sin embargo, a medida que iba pasando el tiempo, mi verdadero nombre fue perdiendo la batalla , sólo servía para identificarme en las listas de la escuela, y muchas veces ni siquiera eso, porque en la mayoría de los casos era sólo un número. Salvo mi familia, que nunca dejó de llamarme con mi verdadero nombre, el uso de mi nombre de pila iba a ser relegado exclusivamente a documentos oficiales, o a las innumerables listas donde nos inscribimos, muchas veces sin saber por qué.
Con los años y cuando ya lo tenía asimilado, mis amigos más cercanos comenzaron a llamarme simplemente Ibnu o Abnu, economizando de esta manera el nombre. El primer poema que escribí lo firmé con Ebnu, que era según me parecía, la mejor manera de que su pronunciación en castellano se pareciese a la del Hasanía.
Ibnu era muy árabe y muy clásico y Abnu en español era raro por la sonoridad de la A con relación a las demás letras y se alejaba de la pronunciación en Hasanía.
Así que soy hijo, soy ebnu de una estirpe condenada al martirio, somos cientos de hijas e hijos de mártires, somos miles de hermanos y hermanas de mártires, somos padres, somos madres de cientos de mártires. Los saharauis somos hijos de unas circunstancias incomprensiblemente adversas. Aunque nuestra causa es justa, y objetivamente clara, nuestro destino parece ser el abandono, el olvido.
Nuestra es la tierra, nuestro es el mar, el Sáhara jamás tuvo más corona que un turbante o un trozo de melhfa y la inmensidad de un cielo azul y por su libertad estamos decididos a morir.

¡TODA LA PATRIA O EL MARTIRIO!

Bienvenidos


Ven a sentir la paz de la distancia,
a contar las horas del exilio silencioso.

ven a escuchar los ecos del tiempo
en los ojos grises de la memoria.

Ven a recordar juntos
el olor de la última lluvia.

Ven...

Con estos versos quiero que sean todos bienvenidos a este nuevo blog, que nace con este año nuevo. Deseo que sea el año de la paz y la felicidad para todo el mundo y que para los saharauis sea el año de la libertad.