miércoles, 14 de abril de 2010

Al Sáhara en patera



Esto, antes, era el mundo de las cabras, toda la vida de pastor hasta que acabaron con mis cabras y con su mundo y con el mío. El turismo se comió mis cabras y sólo me queda este paseo por el puerto y poder hablar de aquellos tiempos que se nos escaparon sin darnos cuenta.
¿Y tú por qué vienes al puerto? “Yo quiero ir al Sáhara.”
¡El Sáhara! Yo estuve hace años ¡La cantidad de cabras que llevé yo al Sáhara, muchacho! ¿Y cómo te vas a ir? ¿En barco?
“No, me iré en una patera” ¡¿Qué?! “En una patera... un cayuco”
¡Al Sáhara en una patera, ¿Tú estás loco, chico?!

La idea venía rondando en su cabeza desde hacía bastante tiempo y la había compartido con sus amigos, pero todos pensaban que sólo se trataba de una broma. Sólo el viejo del muelle sabía que hablaba en serio. “Ten cuidado, muchacho, el mar es muy peligroso”

Lo había calculado todo, agua, comida, cosas que creía necesarias para la travesía, hasta le puso nombre a la barca, Esperanza escribió con el verde, el rojo y el blanco, tres colores para nueve letras y para un sueño. Estuvo yendo a la biblioteca y estudió mapas y midió distancias, ¡Sólo 90 kilómetros! ¡48 millas! Y una noche de verano zarpó en dirección al Sáhara. Adiós, amigo, dijo abrazando al viejo. Suerte, hijo.
Confiaba en las estrellas y sabía que lo guiarían hasta la costa de su sueño. Nunca se perdió en el desierto y el mar ante sus ojos era un inmenso y oscuro desierto. Tienes que ir en ésta dirección, le dijo el viejo, señalando el sureste, si te apartas puedes aparecer en el fin del mundo. Él sabía qué constelaciones poner entre sus ojos, qué estrellas seguir, sin embargo se llevó una brújula por si hiciera falta.
Pasó toda la noche siguiendo el brillo de una lejana estrella que resplandecía en el horizonte y que le animaba a dominar los avatares de atravesar el piélago, como si cruzara el gran desierto.

La noche acabó y un rayo de sol le acarició la frente helada. Y de repente el silencio en medio de la nada. La ausencia de ruido le delató su soledad y sintió miedo. Pero el sol salía por el sitio adecuado, el viento, la corriente, todo irá bien, se prometió. A mediodía vistió su daraa y se enrolló el turbante y se recostó entre las olas, mientras el viento lo llevaba hacia su destino. El cansancio, el sueño, los espejismos, ¡Tierra a la vista! Las gigantes dunas, el recibimiento, la multitud que saludaba, que gritaba su nombre y que clamaba por un abrazo, por un saludo ¡Qué felicidad! ¡Qué alegría!

Tres días después, el viejo, en un bar del puerto, escuchó la noticia.

El cuerpo sin vida de un joven, al parecer de origen saharaui, apareció en la costa sur de la isla de Fuerteventura. Viajaba en una patera que apareció encallada en la playa.
Lo curioso, declaró La Guardia Civil, es que no se trataba de un inmigrante ilegal. El fallecido, tenía Residencia Permanente en la isla. Se ignora si viajaba acompañado y de dónde procedía
.

El viejo deambuló toda la tarde sin rumbo, hasta que cayó la noche y se sentó en el muelle mirando el horizonte. A lo lejos bailaban, al son de las olas, las luces de la añoranza y del sueño de una esperanza.








Foto:www.lasonet.com/sahara/sh-199.htm

4 comentarios:

  1. Precioso, verdaderamente precioso a la vez que triste y nostálgico, tal como se tiene que sentir un saharaui fuera del Sahara...

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  2. Cuanta sensibilidad en un breve relato. Tiene la capacidad de llegar a lo mas hondo del sentimiento.

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  3. He oido del Blog y al fin lo encuentro.
    Esta muy bien y me gusta. Lo recomendaré.
    Cuidate amigo y sigue plasmando esas maravillosas ideas. Un abrazo Salek.

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  4. Hola Ebnu, he salido de ti y de tu blog a traves de Chedjan y no sabes como me alegra haberte encontrado, me gusta mucho la poesia y los relatos saharauis, me he permitido publicar este relato en mi blog, me parece precioso...
    sino te parece bien, solo tienes que decirmelo y sera eliminado
    Gracias, un abrazo hermano y siempre viva Sahara libre

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