martes, 2 de marzo de 2010

Desde el cielo



Muchas veces suelo recordar el pasado mirándolo desde el cielo. Me imagino volando sobre un ave de enormes alas extendidas. El ave vuela en silencio, como yo, sin aletear. Sólo planea por encima de mis recuerdos.
Hubo un tiempo que me servía para poder conciliar el sueño.
Antaño, cuando apenas era un niño, antes de dormir me entretenía en la oscuridad viendo enormes rebaños de ovejas blancas deslizarse debajo de mi, era como si flotara en la oscuridad y debajo de mi aparecían miles de ovejas que salían de todas partes y que se dirigían a todas las direcciones; no tenían dueño, ni les seguía ningún pastor, eran ovejas libres.
Con los años perdí la facultad inocente del entretenimiento y desaparecieron las ovejas. Ahora están en mis recuerdos.

En las noches de soledad, cuando se hace imposible dormir, voy entre las alas del pájaro de sueños, reviviendo el pasado y viviendo experiencias del presente. Primero la perspectiva aérea, el mapa, el horizonte, los espejismos, luego voy bajando hasta el sitio de mis recuerdos.
A veces me veo jugando en el patio del colegio, el maestro me observa con la mirada de su adiós precipitado, repentino. Voy corriendo entre el polvo y el humo de las bombas y proyectiles que caen del cielo, entre gritos y llamadas de socorro…mi corazón me aconseja ponerme sobre el otro costado, al hacerlo espanto ese recuerdo y recupero la serenidad viéndome con mi madre que ordeña las cabras, me gusta escuchar el sonido que hace la leche cuando cae en el cuenco; suena a hogar, a calor, a los abrazos de una madre. Otras veces rememoro el beso que ha cambiado mi vida, el que permanece, la boda, los bautizos, la familia.
Pero también veo amargura, veo tristeza sobre la geografía de mi tierra, en los rostros del exilio, en las calles ocupadas, las muecas de la impotencia de mi gente; escucho los llantos de su rabia, los gritos de su silencio. Me desvelo. Un niño me saluda, levantando una bandera con los colores del futuro, en una calle de mi ciudad de tristezas, que se llena de esperanza. Duermo.

Muchas veces he vuelto sobre los mismos rincones de mi pasado y siempre encuentro algo que recordar, algo que revivir, algo que descubrir. Por eso, cada vez que el sueño se ausenta o llega tarde, yo me entrego a un viaje de ilusión que me lleva hasta el fin de la imaginación.
Anoche estuve acompañando, a una caravana de dromedarios blancos que cruzaba el Tiris hacia poniente, iba hacia el mar.

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